Internacionales. 5 claves para entender cómo sigue Venezuela luego de las escandalosas elecciones.
21/10/2017
Guillermo Ibarra
La mayoría de los venezolanos se fueron a dormir con una sensación de alivio y esperanza el 6 de diciembre de 2015. Tras años de un conflicto político cada vez más recalentado, enmarcado en una situación económica y social al borde del colapso humanitario, el contundente triunfo de la oposición en las elecciones legislativas abría la ilusión para una salida pacífica y democrática. Un año y 10 meses después, ya no quedan atisbos de optimismo.
El régimen de Nicolás Maduro aplastó las masivas protestas que paralizaron al país entre abril y julio, dejando un saldo de más de 120 muertos y centenares de presos políticos. Luego disolvió el Parlamento controlado por la oposición y creó una Asamblea Constituyente plenipotenciaria, integrada exclusivamente por fanáticos. El pasado domingo terminó de concretar el vuelco definitivo con su inesperada victoria en los comicios regionales, que estuvieron atravesados por todas las irregularidades posibles. La crisis es ahora mucho más profunda que antes, pero ya nadie imagina una una transición institucionalizada hacia un nuevo orden.
En esta nota, las cinco claves para entender cómo quedó el juego político en Venezuela.El balance de lo que dejaron los comicios, la nueva relación de fuerzas entre gobierno y oposición, y los conflictos que se vienen.
- Un resultado inesperado, no imprevisible
La Mesa de la Unidad Democrática (MUD), la coalición opositora, obtuvo el 56% de los votos y ganó en 15 de los 23 estados venezolanos en las elecciones de 2015. Eso le permitió quedarse con dos tercios de los diputados nacionales. En cambio, en los comicios de este 15 de octubre, sus candidatos sumaron el 45% de los sufragios en el país y se impusieron en apenas cinco gobernaciones. ¿Cómo se explica que el chavismo haya crecido del 41 al 54% de los votos, y de ocho a 18 estados? El avance es especialmente llamativo porque el 75,6% de la población reprueba la gestión de Maduro y el 90,2% considera que la situación del país es negativa, según datos de Venebarómetro.
En sentido estricto, al gobierno lo votaron 700 mil personas menos entre una elección y otra. Pero a la oposición le fue mucho peor: perdió 2.8 millones de electores. Si bien es habitual que los comicios regionales despierten menor interés que los parlamentarios (la participación cayó del 74 al 61%), para entender por qué eso afectó tanto más a los opositores que a los oficialistas hay que mirar la larga lista de trampas promovidas por el Consejo Nacional Electoral (CNE).
«Yo no tenía el optimismo de otros politólogos», afirmó Carlos A. Romero, profesor de ciencia política en la Universidad Central de Venezuela, consultado por Infobae. «Me basaba en una serie de irregularidades que estuvieron presentes durante todo el proceso. Cambios de última hora en los centros electorales, la no apertura del registro a más de 500 mil nuevos votantes que no pudieron sufragar, una observación internacional sesgada, son algunos ejemplos. A eso se le suma el control que tiene el gobierno sobre sus votantes de los sectores populares, y los elementos que inducían a pensar que los resultados serían manipulados, que llevaron a un sector de la oposición a decir que no estaban dispuestos a participar».
Si los resultados no eran del todo imprevisibles, más allá del rotundo triunfo opositor que pronosticaban las encuestas, es porque el grueso de los obstáculos que impidieron una elección limpia se conocían de antemano. Entre muchas otras cosas, el CNE no le permitió seguir el proceso a ningún veedor imparcial; le impidió a la MUD presentarse como tal en siete estados; no le dejó retirar de la pantalla a los precandidatos que habían perdido en su interna, lo que provocó al menos 90.537 votos nulos que hubieran sido para la oposición; y eliminó a último momento 76 centros de votación y reubicó a otros 274, afectando a cientos de miles de electores de bastiones opositores, que fueron forzados a votar lejos de sus casas, en barrios peligrosos.
«Lo que pasó fue la consecuencia de las irregularidades que marcaron al proceso desde el mismo momento de la convocatoria. Primero por el adelanto de la fecha de la elección, que obligó a la MUD a llegar muy rápidamente a consensos internos y a organizar toda una estructura para la defensa del voto. Adicionalmente, habían sacado del juego a Roberto Picón, el cerebro de la logística electoral de la unidad, que fue arrestado por el SEBIN en junio. Eso creó un problema para establecer una buena estructura de testigos y fiscales. Hubo algunas mesas en las que no estuvieron presentes, y otras en las que fueron sacados por las Fuerzas de Seguridad. En esos lugares hubo un relleno de votos», explicó a Infobae Félix Seijas Rodríguez, profesor de estadística en la Universidad Central de Venezuela y director de la consultora Delphos C.A.
La Asamblea Constituyente fue un golpe para la oposición
Los expertos coinciden en que las trampas y los obstáculos al voto opositor fueron lo verdaderamente decisivo. No hay evidencias de que haya habido una manipulación del sistema tecnológico. Donde sí hubo un fraude explícito fue donde la oposición no pudo poner a ningún representante para controlar. «Las máquinas cuentan los votos que se introducen, de modo que deben aparecer los de la oposición. Pero no impiden que se agreguen votos de más. Hay una fuerte sospecha de que hubo máquinas en las que se introdujeron de forma fraudulenta, porque no se permitió el acceso a un grupo importante de testigos», contó José Enrique Molina, profesor de ciencia política de la Universidad de Zulia, en diálogo con Infobae.
El caso más escandaloso fue el de Bolívar. En un primer momento, Andrés Velásquez, el candidato opositor, había sido declarado ganador por más de 2.000 votos. Sin embargo, el CNE difundió luego otro resultado, que lo arrojaba perdedor por unos 1.500. No se sabe cómo se revirtió esa diferencia. Lo que sí está claro es que si le hubieran dado a Velásquez los 3.787 sufragios que recibieron los postulantes que retiraron su candidatura en favor de él, no había forma de que perdiera.
- Un régimen fortalecido
«El Gobierno está más fuerte que antes. El resultado lo oxigena. Encontró una forma de ganar elecciones siendo minoría, y la va a explotar. La confusión que generó en la oposición le dio tiempo y margen de maniobra», dijo Seijas.
Esto no significa que todos sus problemas se resolvieron. En lo esencial, la crisis social y económica continúa siendo acuciante. El chavismo está lejos de haber recuperado la confianza de la población y la mayoría lo sigue despreciando. Pero no se puede soslayar que, de estar al borde del abismo, pasó a controlar la dinámica política. Hoy ya nadie se pregunta si cae mañana.
«Yo no creo que el Gobierno haya tambaleado en los pasados meses como se quiso mostrar —apuntó Romero—. Durante esa etapa crítica, pero no terminal, siempre conservó el respaldo de las Fuerzas Armadas, de PDVSA, del sistema financiero público, y del voto duro. Hay otro elemento importante. Cuando se habla de la comunidad internacional se comete el error de creer que es una sola, pero el Gobierno ha estado como un lobo buscando apoyos de países afines, como Rusia, China, Cuba, Turquía, Qatar, Bolivia y Nicaragua».
No obstante, la mayor amenaza que enfrenta el chavismo es la misma que fue capaz de tumbar a los regímenes más fuertes del mundo: el hambre. «Estamos viviendo un éxodo muy grande, que ya afecta a diferentes edades y clases sociales —continuó Romero—. Es una diáspora. Esto puede terminar en una hecatombe social, en una estampida, porque la paciencia está llegando al límite».
- La oposición, en crisis
La MUD, que había sido el instrumento a través del cual los opositores de distintas tendencias ideológicas lograron unirse con éxito para quitarle al gobierno el control de la Asamblea Nacional, atraviesa momentos de gran incertidumbre. La decisión de participar de estos comicios agrandó las diferencias que existieron desde siempre, porque hay un ala radical para la cual no se puede combatir a una dictadura en las urnas. Muchos creen que los resultados les dieron la razón.
«No creo que haya sido un error participar —reflexionó Seijas—. La oposición no podía abstenerse asumiendo que iba a haber trampa. Habría sido como meter preso a alguien ante la sospecha de que va a robar. Primero tenía que ir a ese proceso. Haber participado de un juego que debía ser de una manera, pero que lo cambiaron a mitad de camino de una manera tan fuerte, lo dejó en evidencia». Lo mismo sostuvo Romero. «Había razones suficientes para participar —dijo—, pero el error fue exagerar en cuanto a la posibilidad de victoria. Además, la gente se olvida que se aumentaron dos gobernaciones (la oposición pasó de tener tres a cinco), algunas importantes, como Táchira, Anzoátegui y Zulia».
De todos modos, lo que está claro hacia adelante es que los comicios legitimaron de alguna manera la posición de los sectores más radicalizados, liderados por la ex diputada María Corina Machado, y el ex alcalde de Caracas, Antonio Ledezma. «Sin dudas ganaron fuerza, pero eso no significa que se vayan a imponer. La MUD pasará a un proceso de transformación en el que los factores radicales deben ser tomados en cuenta. Ahora se presentarán las elecciones municipales y tendrán que decidir qué hacer. Eso pondrá a prueba la unidad interna porque habrá un debate ineludible en torno a si participar o no», dijo Seijas.
Lo que ningún opositor puede perder de vista es que el único ganador de una eventual ruptura sería el gobierno, que desde hace años trabaja para ello. «La posibilidad de que la MUD sea desmantelada y que cada partido haga vida propia limitaría demasiado sus aspiraciones. Los resultados de 2015 sólo se pudieron conseguir por medio de la unidad. No es una alianza perfecta, pero sin ella difícilmente podrían haber conseguido ese triunfo. Entonces, si bien estas elecciones fueron decepcionantes, la perspectiva de que no haya una plataforma unitaria es un desenlace más decepcionante todavía», sostuvo Said Dahdah Antar, investigador del Instituto de Estudios Políticos de la Universidad Central de Venezuela, consultado por Infobae.
- El diálogo, frustrado antes de empezar
«La posibilidad del diálogo ha sido la verdadera perdedora, porque los resultados no son creíbles ni aceptados tanto a nivel nacional como entre la comunidad internacional —afirmó Antar—. Ahora cualquier factor de la oposición que se siente a dialogar con el gobierno sería tildado de colaboracionista y eso hace que los llamados que ha estado haciendo Maduro en términos de llegar a un acuerdo sean palabras que quedan en la soledad. Uno de los requisitos de toda negociación es que haya confiabilidad de las dos partes. Si una siente que sus derechos están siendo vulnerados es muy difícil que se quede».
La iniciativa de reflotar un proceso de diálogo había surgido en septiembre, liderada por República Dominicana y por el ex presidente del gobierno español José Luis Rodríguez Zapatero. Si bien la oposición se mostraba reticente antes de los comicios, no terminaba de cerrar la puerta. Lo que pasó el 15 de octubre terminó por dinamitar cualquier posibilidad.
«El diálogo planteado en Santo Domingo está cerrado», dijo Romero. Sin embargo, no descartó que en el futuro se pueda reabrir esa puerta. Sólo que las demandas de los opositores serán más exigentes que antes. Para empezar, sin un CNE verdaderamente imparcial, no hay nada que se pueda discutir.
- Un futuro sin salida a la vista
«El cuadro político está muy movido —dijo Romero—. Ante esta victoria moderada, el Gobierno está estudiando la posibilidad de adelantar las elecciones presidenciales. Maduro piensa que en este momento podría ganarlas, pero le teme al futuro porque las proyecciones son más oscuras. Quiere mantenerse en el poder a como dé lugar».
En caso de que ese plan se materialice, es probable que cuente con la complicidad de las divisiones opositoras. Los moderados insistirán en participar, pero los radicalizados afirmarán que es una trampa. Esa discusión no se va a poder saldar fácilmente. El mayor problema es que no está claro cuál sería la alternativa a tratar de combatir al gobierno a través de las urnas.
«Si se abandona la posición de intentar abrir el camino electoral tanto como sea posible y de esforzarse en ganar aun con las circunstancia desiguales en las que se desarrollen las elecciones, el único camino que quedaría es el de la insurrección armada. No creo que sea deseable. Lo que estas elecciones mostraron es que si la oposición hubiera participado más masivamente habría ganado. Los resultados fueron una negación de la vía abstencionista, no de la vía electoral, porque donde hubo participación se ganó», concluyó Molina.