Nueva sección. «Confesiones en pandemia». Comenzamos hoy con Yoli Santía
04/06/2021
Guillermo Ibarra
Hoy comenzamos un nuevo segmento en el que semanalmente, podrán leer el pensamiento de distintas personas de nuestro querido Navarro y su interior. El cuestionario será casi siempre el mismo, y sólo se observarán algunas variantes de acuerdo a la profesión del entrevistado, por citar un ejemplo. El inicio será hoy con la queridísima Yoli Santía; espero que les guste.
E.N. ¿Quién es Yoli Santía?
Una mujer común, que con los años; felizmente; se ha convertido en una vieja loca.
E.N. ¿Qué ves cuando te mirás al espejo?
Diariamente lo miro para analizar si he actuado correctamente o no. Y si no lo he hecho, trato de remediar mis faltas pidiendo las disculpas correspondientes.
E.N. ¿Considerás que esta pandemia sirvió para que aprendiéramos algo o cambiáramos, tal como de aseguraba en un principio?
No, al contrario. Creo que esta pandemia ha sacado lo peor de los argentinos.
E.N. Un recuerdo de la infancia.
Mi infancia fue dura. Yo tuve que salir de mi casa con 8 años e ir a una pensión para poder ir a la escuela porque fue la inundación del año 1959. No había caminos. Mi padre me llevaba los domingos en sulky a Las Marianas y hacíamos todo el camino llorando ambos en silencio. Los viernes volvía a buscarme.
E.N. ¿Qué significa el arte en tu vida?
El arte en todas sus manifestaciones es un alimento para el espíritu, es un crecimiento personal. La cultura es el cimiento de un pueblo educado, sereno y feliz. Lo pude vivenciar cuando viví en el Uruguay. Ellos consideran que los niños deben egresar de la primaria con educación y cultura, razón por la cual los alumnos tienen acceso a cualquier espectáculo nacional como internacional, gratis y obligatorio para toda la familia, tanto sea durante la semana como los fines de semana. El Estado está muy presente para dar y para exigir. La única justificación para no concurrir, es un certificado médico del Hospital Público.
E.N. ¿Alguien a quien consideres tu maestro en la vida? y los motivos…
A mis padres. Ellos nos criaron con una libertad responsable, cuando yo terminé 5º año me dieron permiso para viajar, salir, pero con la obligación de trabajar. En mi casa se gastaba más dinero en libros, diarios, revistas, que en ropa, porque nos decían que todo lo que metiéramos en la cabeza nunca lo íbamos a perder, excepto por una enfermedad. Los Abraham pasaban una vez por semana con mercadería y nos traían la lectura. Cada mesa de luz tenía su lámpara a kerosene y en la cena del día siguiente nos pedían que les contáramos lo que habíamos leído. Era común levantarnos al baño a media noche y ver a mi padre o a mi madre leyendo porque se habían desvelado. Mi madre hubiera querido ser maestra y equiparaba el título de maestra con 100 has. de campo. O sea que yo sí o sí, tenía que estudiar magisterio porque era la única carrera que ellos podían costearme. El día que vino el Ministro de Cultura de la Nación a mi casa, ella ese día hubiera cumplido 92 años. Yo sentí que ella lo había mandado y se lo dije ese día, que él estaba en mi casa por lo que yo tenía dentro de mi cabeza, porque si hubiera tenido 100 has. de campo no me visitaría un Ministro. Lloramos juntos.
E.N. Una situación insólita que te haya tocado vivir.
Al año de vivir en Mar del Plata, comencé a trabajar en un frigorífico de pescado con 600 empleados, 5 fábricas de fileteado y 3 barcos pesqueros de altura (los rojos) en el área de Recursos Humanos, porque como maestra ganaba 60$ y allí 250$; con los años llegué a ser la primer Jefe de Personal mujer del todo el Puerto con mucho éxito, pues bajaba el nivel de enfrentamientos por el sólo hecho de ser mujer en un mundo masculino en su mayoría. Y también fuí la primer Jefe de Personal que iba a negociar directamente con los sindicalistas ante los conflictos laborales. Tenía 30 años y mucha responsabilidad. Dejé ese trabajo que aún hoy lo extraño, para priorizar la crianza de mis hijos. Hecho del que nunca me arrepentí.
E.N. Hablanos de tus años en la docencia.
Amé ser «LA SEÑO». Trabajé acá, en Las Heras, en Mar del Plata y en Lobos. Di clases en la Cárcel de Batán, en la Villa de Emergencia y en escuelas de triple jornada con 45 chicos en el aula. Yo daba matemática en 4 cursos o sea que por día me llevaba a mi casa para corregir aproximadamente 160 hojas de carpeta. Ahí aprendía a hablar en público sin leer un discurso. En esa escuela había 1800 alumnos, si contamos a las familias, para las fiestas era una multitud de gente, había que captar la atención de la mayoría razón por la cual la Directora nos exigía hablar sin ayuda memoria al público. Siempre fui medio revolucionaria, hacía de mis clases algo distinto cumpliendo, con las directivas. Mi grupo tenía que destacarse por algún motivo y a los chicos les encantaban mis «locuras» Nunca tuve un problema con un padre, con un Director, con un colega, ni con un alumno. Supe canalizar las inquietudes, las aptitudes y los problemas que en cada grado se presentaban. Era muy exigente, pero me ponía a su altura, los estimulaba, sobre todo a aquellos que presentaban dificultades. Era otra Escuela, otra sociedad, otro País. No sé si hoy podría trabajar. El docente está muy desamparado y la educación muy politizada; eso perjudicó a la Escuela.
E.N. ¿Alguna manía, obsesión o t.o.c.?
No, solo una locura divina.
E.N. Contanos sobre tus hijos.
E.N. ¿Tu comida favorita?
Los mariscos.
E.N. ¿Creés en Dios?
Si , pero no soy de ir a la Iglesia.
E.N. Los amigos…
Los amigos son mi otra familia. Tengo grandes amigos por todos los lugares que anduve, con los cuales tengo relación fluída a través de las redes sociales. Tengo hasta alumnos amigos de todas partes que ya hoy, son hombres y mujeres.
E.N. La política…
E.N. ¿Mirás el futuro del país con optimismo?
No.
E.N. ¿Un libro para recomendar?
Las Venas Abiertas de América Latina de Galeano, El Hombre Mediocre de José Ingenieros, El Miedo a la Libertad de Erich Fromm.
E.N. Una película…
El Padrino I, II y III.
E.N. Navarro….
De chica fui de La Rápida, un poco de Las Marianas, estudié 3 años en Suipacha y 2 acá, a los 25 me casé y me fuí a Mar del Plata, luego al Uruguay y regresé a los 40 años a Navarro. En otras palabras, mi vida en Navarro tiene 30 años. Me costó mucho adaptarme a la ciudad y nunca terminé de readaptarme a Navarro. Mi vida ha sido bastante nómade por suerte porque me ha permitido conocer otras realidades y otras formas de vida. Pasé 20 años sin poder volver a Mar del Plata, ahí tuve mi casa, mi trabajo, mis amigos, etc. Extrañaba todo, pero lo que también extrañaba era el olor al mar. Cuando fui, ya no existía nada de aquella ciudad que había dejado, ni siquiera el olor del mar. Al regresar, cuando me bajé del auto, era la época de los paraísos florecidos, me invadió ese aroma embriagador y ahí pude sentir que Navarro era mi lugar.
E.N. ¿Si pudieras elegir un lugar de nuestro país para vacacionar, cuál sería y por qué?
E.N. Si te permitiesen cinco minutos para compartir con alguien que ya no esté, ¿Quién sería y por qué?
Griselda Lambert porque era mi hermana del corazón, nos entendíamos, nos queríamos. No había un día en el cual no nos viéramos. Y Haydeé y Alfonso Kiernan; nos divertíamos como locos. Nos tomábamos algún licorcito que Alfonso siempre tenía escondido por ahí y nos matábamos de risa. Los extraño muchísimo. Aún no he podido entrar en la casa de Griselda y me llevó como un año pasar por la vereda de los Kiernan.
E.N. Un mensaje final para los más jóvenes de nuestro pueblo.
Me parece un atrevimiento hablarle a los jóvenes. A los maravillosos jóvenes. En primer lugar no concuerdo con esa idea de que los jóvenes están perdidos. Al contrario, los jóvenes son nuestra energía, nuestra sangre nueva, nuestro futuro. Están llenos de vida y tienen todo el camino para recorrer. Sólo que los adultos somos los responsables de haberles dejado un país que no sabe a dónde va y es lógico que ellos estén desorientados. Nosotros también fuimos jóvenes, hemos cometido errores y hemos hecho mucho esfuerzo. Sin errores no hay aprendizaje. Les diría que es posible. Que miren el futuro con esperanza, sin prejuicios, sin divisiones, que luchen convencidos por sus ideales, que den lo mejor de cada uno. Siempre dar en el lugar que sea, un poquito más de lo exigido. Alguien lo va a ver y lo va a reconocer. A los jóvenes hay que respetarlos, reconocerlos, incentivarlos y ayudarlos. Amo a los niños y a los jóvenes. Y creo en ellos.