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Educación. Faltan 24000 jardines de infantes para garantizar la cobertura en Argentina

Guillermo Ibarra

Mejores rendimientos en Lengua y Matemática en primaria, mayor permanencia en la escuela y menores tasas de abandono, más probabilidades de graduarse de la secundaria y de matricularse en la universidad: no hay una fórmula mágica para obtener estos –deseables– resultados, pero la investigación sí señala un factor que los favorece. Ese factor es la asistencia al jardín de infantes.

Si bien la sala de 5 está casi universalizada en Argentina, aún queda una porción importante de niños de 3 y 4 años que no asisten al jardín y que, por lo tanto, quedan privados de los beneficios –inmediatos y a largo plazo– de la educación temprana. La tasa de cobertura es del 98% en la sala de 5, del 83% en la sala de 4 (obligatoria desde 2015) y del 42% en sala de 3, según informó el Ministerio de Educación de la Nación.

Las investigaciones disponibles muestran que la construcción de jardines de infantes aumenta la asistencia a los mismos: cuando se abre un nuevo jardín, las salas se llenan. La ampliación de la oferta de nivel inicial, sobre todo en las primeras salas, es una promesa recurrente de los gobiernos, pero ha habido dificultades para cumplirla. Durante la actual gestión se construyeron 422 jardines nuevos y se refaccionaron o ampliaron otros 153: en total 575 obras, de las cuales 255 se encuentran actualmente en ejecución, indicaron fuentes del Ministerio nacional.

Casi tan recurrentes como las promesas han sido los recortes. En agosto de 2022, una de las primeras medidas del ministro de Economía, Sergio Massa, fue el ajuste de $50.000 millones en el presupuesto del Ministerio de Educación de la Nación, de los cuales $15.000 millones correspondían al programa de fortalecimiento edilicio de jardines de infantes. La cifra representaba un tercio de los fondos pautados para ese año ($44.367 millones). Durante el gobierno anterior, la promesa de Mauricio Macri de edificar 3.000 jardines derivó en la de construir 10.000 aulas, de las cuales solo se concretaron 2000 (750 aún estaban en ejecución en diciembre de 2019, cuando se realizó el traspaso de mando).

Una inversión con “retornos altísimos”

Para estimar el costo de construir las aulas necesarias para que todos los niños de 3 a 5 años puedan asistir al jardín, el informe del Observatorio de Argentinos por la Educación toma dos escenarios. El primero prevé que solo es necesario construir aulas y no escuelas completas (con direcciones, baños y secretarias); el segundo supone que se necesita construir las escuelas completas. El primer escenario costaría el 2,1% del gasto anual en educación (sumando Nación y provincias) del año 2021, mientras que el segundo costaría el triple: 6,7% del gasto total en educación, equivalente a 2.118 millones de dólares.

Los autores del documento, Martín De Simone, Martín Nistal y Leyre Sáenz Guillén, ofrecen una revisión de los estudios académicos sobre el impacto de las políticas de primera infancia, particularmente en el nivel inicial (de 3 a 5 años). Entre los beneficios de largo plazo de ir al jardín, algunas investigaciones listan la probabilidad de obtener mayores ingresos en la adultez, y hasta una menor probabilidad de ser encarcelado.

Martín De Simone, especialista en educación del Banco Mundial, explicó: “La educación inicial es un derecho, pero sabemos que eso, lamentablemente, no suele ser suficiente para promover inversiones en el sector. En el documento mostramos que, además, la educación inicial es una inversión inteligente. Tiene retornos altísimos, tanto individuales como sociales, y tiende a beneficiar más a los más vulnerables. En otras palabras, si bien el costo de expandir la oferta de educación inicial no es menospreciable, se trata de una inversión que, con el tiempo, se paga sola”.

Más allá del imprescindible esfuerzo presupuestario para ampliar el acceso al nivel inicial, también hay otras líneas de acción que permitirían mejorar la oferta actual. “Además de la construcción de nuevas instituciones y salas para garantizar el acceso a la educación infantil para todos, se podría articular el trabajo con las organizaciones de la sociedad civil que están en este momento trabajando con niños pequeños. Muchas de esas instituciones son de origen comunitario o se encuentran bajo otras legislaciones, como los centros de desarrollo infantil o los centros de primera infancia, muchos de los cuales están bajo la órbita de los ministerios de Desarrollo Social de la Nación o de las provincias”, dijo a Infobae la presidenta de OMEP Argentina, Rut Kuitca.

Para Kuitca, “sería muy importante mejorar los edificios de estas instituciones, los materiales con que cuentan, y por supuesto fortalecer a sus educadoras, por ejemplo habilitando que las maestras de educación infantil tengan cabida dentro del plantel”.

En ese sentido, la especialista consideró que es indispensable avanzar en políticas públicas intersectoriales: “Desde un solo sector no alcanzamos a dar respuesta acabada y completa a las necesidades de los niños, de sus familias y sus comunidades. Es importante el trabajo integrado entre educación, salud y desarrollo social, para que podamos pensar en políticas públicas que se sostengan en el tiempo y que vayan mejorando en función de la evaluación del trabajo realizado”.

La calidad educativa, un factor clave

Aunque el acceso a la educación temprana tiene múltiples beneficios, algunos estudios señalan que una expansión demasiado ambiciosa del sistema podría afectar la calidad de la educación brindada. En ese sentido, recomiendan un balance entre la ampliación de la disponibilidad de aulas y la atención a la calidad educativa.

“El impacto positivo del nivel inicial radica no solo en el acceso sino en la calidad del servicio, dependiente especialmente de su institucionalidad y profesionalismo. Tres cuestiones pueden puntualizarse más allá de la construcción de aulas: la escasez y fragmentación de la oferta de 0 a 3 años, la consideración del rol de las familias en esta etapa y la imperiosa atención a la cualificación del personal en cuanto a formación y condiciones laborales”, analizó Gabriela Fairstein, docente de la UBA y FLACSO.

El factor clave de la calidad educativa es la formación de los docentes, explicó Fairstein a Infobae. “Además de construir jardines, es importante garantizar la cualificación del personal. Hoy hay emergencia docente en todos los niveles educativos: los cargos docentes están dejando de ser atractivos. Salarios bajos, desprotección ante falsas denuncias, amenazas de padres, una imagen profesional degradada socialmente son algunos de los factores que inciden”, señaló.

“Los primeros años de vida son determinantes en la formación de las personas. Vamos a tener mejores sociedades si invertimos nuestros esfuerzos en el nivel inicial, empezando por el nivel maternal, de 0 a 3 años, donde los problemas de cobertura y de calidad de la oferta son aún más críticos”, agregó Fairstein, integrante de OMEP y autora de Educación y cuidado en la primera infancia (Paidós).

Invertir en políticas para la primera infancia es más “rentable” que hacerlo en cualquier otra edad, según lo mostraron las muy citadas investigaciones de James Heckman, ganador del Premio Nobel de Economía. Esa inversión repercute en mejores oportunidades educativas a futuro para los chicos, pero también en su salud –y hasta en los niveles de violencia social–.

“La evidencia es contundente: la posibilidad de ir al jardín de infantes marca una diferencia sustantiva en el futuro de cada niño y niña”, afirmó Melina Furman, investigadora del CONICET y profesora de la Universidad de San Andrés. Y concluyó: “Los datos muestran que garantizar el acceso al nivel inicial de todos los niños redunda en mejores trayectorias educativas, aprendizajes más robustos y habilidades sociales más desarrolladas. Empezar temprano una educación de calidad genera un círculo virtuoso que da frutos a mediano y largo plazo. Por eso es tan importante invertir en el nivel inicial”.

Créditos Infobae.

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